Los graduados de universidades de menor rango que consiguen trabajos en empresas de élite son más felices que los graduados de Harvard o Stanford en esos mismos roles. La razón es simple: para los primeros, esos trabajos superaron las expectativas; para los últimos, coincidieron o quedaron por debajo de ellas. El privilegio en sí puede fomentar una sensación de estancamiento o declive: cuando naces y estás rodeado de personas sobresalientes, incluso los logros respetables pueden parecer de segunda categoría. Esa fue una de las partes más interesantes del libro "Pedigree", que recomiendo. La socióloga Lauren Rivera entrevistó a personas que trabajan en las mejores firmas de abogados, consultorías y empresas de finanzas. Los graduados de lugares como Princeton y Harvard dijeron que estaban satisfechos por un tiempo, pero la mayoría veía esos trabajos como estaciones temporales en el camino hacia algo mejor.