Estamos viviendo una inflación amplia y sincronizada de activos. El oro sigue subiendo a pesar de los elevados rendimientos reales, y los balances soberanos se estiran hasta extremos históricos. La economía global ahora funciona con ciclos de monetización de deuda y liquidez que ya no reflejan el crecimiento productivo, solo la inercia de los excesos pasados. Los precios suben no porque se esté creando valor, sino porque el denominador ha sido destruido. Cuando el dinero pierde significado, todo lo que tiene un precio parece estar en auge. No lo es. Estos ciclos nunca terminan en silencio. Se relajan a través de la crisis: incumplimientos, inflación o algo peor. La lección de la historia es siempre la misma. Cuando el exceso se convierte en el sistema, el colapso se convierte en el reinicio. Esperemos que no en nuestra vida.