Los recientes comentarios de Bessent sobre la profunda infravaloración del peso argentino, junto con un acuerdo de intercambio de divisas que efectivamente involucró la compra directa de pesos, marcan un cambio fundamental en la forma en que Estados Unidos se involucra en la política cambiaria. Lo enmarcó como una oportunidad para "comprar barato y vender caro", una declaración sin precedentes modernos. Los swaps o intervenciones anteriores fueron precautorios, no inversiones direccionales o apoyo proactivo a las monedas de los mercados emergentes. En efecto, Bessent admitió que el dólar estadounidense está sobrevalorado, en mi opinión. Si bien algunos llamarán a esto un rescate, la estructura muestra lo contrario: Estados Unidos está tomando una posición activa y arriesgada en el peso. Hay paralelismos históricos, pero ninguno involucró una compra directa de la moneda extranjera. Esto se produce cuando la Fed y el Tesoro imponen el dominio fiscal a través de la represión financiera, con los costos de intereses de Estados Unidos ahora como la proporción más alta del PIB entre las principales economías, y una administración que abiertamente ve al dólar como demasiado fuerte. Las implicaciones son profundas en mi opinión: Un cambio en el ciclo del dólar podría impulsar el capital hacia los mercados emergentes y los activos duros, y alejarlo de la exposición centrada en Estados Unidos.