El trading funciona como una capa de optimización de bajo nivel en el proceso global de descubrimiento de precios, arbitrando eficientemente los precios incorrectos y transmitiendo señales a través de los mercados a la velocidad de la luz. Ejemplifica la fuerza central del capitalismo: como un sistema distribuido y descentralizado para la asignación de recursos, especialmente cuando se contrasta con los fracasos de la planificación central. Los comités centrales, como los de la Unión Soviética o el Chile de Allende, eventualmente colapsaron bajo el peso de los errores de precios acumulados. Pero no está tan claro si los mismos mecanismos que valoran los activos de manera eficiente también pueden valorar la excelencia y la artesanía a pequeña escala. Tomemos a Ceres, una pizzería en el Lower East Side dirigida por dos chefs formados en Eleven Madison Park. Llegan cada mañana a las 6 a.m., miden los niveles de pH en su masa, ajustan los niveles de fermentación según las condiciones ambientales y obtienen scamorza de una sola granja de Nueva Jersey que envejece queso en cuevas. Operan con precisión y consistencia a nivel de doctorado a diario. A pesar de tener filas que se extienden por la calle, todavía están luchando con deudas de tarjetas de crédito de seis cifras y carecen de inversores. Desde una perspectiva puramente financiera, es poco probable que Ceres compita con un memecoin. Y sin embargo, el valor que crea desde una base culinaria, cultural y comunitaria es innegable. Así que, aunque el capitalismo sobresale en coordinar cadenas de suministro y en hacer emerger óptimos locales a través de los precios, puede subasignar a la artesanía de baja escala que no se escala en un sentido tradicional. Si los mercados son un cálculo descentralizado de valor, entonces quizás el algoritmo está sobreajustando, privilegiando la escala y la especulación sobre la calidad y el cuidado.