La paradoja en el corazón del individualismo universalista es que es una mentalidad bastante rara a nivel mundial. Es parroquial, específico de pueblos concretos. O bien las sociedades individualistas de alta confianza resuelven esto y desarrollan un sistema inmunitario, o se extinguen.

El seguro lo deja explícito: cada prohibición de usar información es un subsidio.

Desde muy joven, me sorprendió la forma en que mi sacerdote respondió a mis preguntas sobre la Biblia. Creía en Dios igual que creía en el gobierno federal: una entidad poderosa y distante que era tan real como mi propio cuerpo pero que no comprendía realmente. Parecía natural hacer preguntas sobre esta entidad. Me parecía natural que, si algo no tenía sentido para mí, hubiera una explicación coherente. Me resultaba muy confuso cuando mis preguntas no recibían buenas respuestas ni siquiera un interés sincero. En cambio, me reprendieron por cuestionarme. Me costó mucho tiempo entender por qué pasó esto, porque para mí era tan antinatural, pero al final lo entendí. El sacerdote no usaba el lenguaje de la misma manera que yo. No estaba usando palabras para explicar la realidad lo mejor que podía. Para él, las palabras eran señales sociales, símbolos de lealtad, medidas no de su contenido explícito sino de sumisión. Esto me impactó profundamente en lo más profundo, en el corazón. Era y sigue siendo un alérgeno espiritual. Lo rechazo igual que rechazo a alguien que intenta robarme. Esta persona quería inyectarme memes por razones distintas a su verdad. Rechacé el cristianismo, pero como soy una persona falible, caí por defecto en otra religión que acogió mis dudas sobre la doctrina cristiana: el progresismo. Pero con el tiempo, redescubrí los mismos patrones. La gente me decía que era raro, o de mal gusto, o incluso fascista cuestionar supuestos que cargan peso sobre la doctrina progresista. Y aunque me llevó mucho más tiempo del que debería, acabé rechazando también este dogma. Nadie es un buscador perfecto de la verdad. Estoy seguro de que tengo prejuicios, como todas las personas. Me esfuerzo por eliminarlos, por mejorar tanto mi modelo del mundo como el proceso por el que lo formo (y el meta-proceso, y el meta-meta-proceso, etc.). Nunca terminaré. Y eso es hermoso. Si fuera posible completar este viaje, ya no tendría sentido vivir. Pero el viaje es interminable. He encontrado mi camino hacia una visión de Dios. Y estoy mucho más abierto que antes a los marcos alternativos, aunque sigo insistiendo en buenas explicaciones. Lo único a lo que me he aferrado, que me negué a tolerar entonces y ahora me niego a tolerar, son personas que siento que ni siquiera lo intentan. Si alguien está en el camino y quizá detrás de mí, estaré encantado de ofrecerle ánimo. Pero si no buscan la verdad en absoluto, si juegan a otro juego, si usan el lenguaje no como comunicación sino como arma, son mis enemigos. La honestidad es la virtud más profunda. Todos nos quedaremos cortos de la honestidad perfecta, aunque solo sea con nosotros mismos. Pero es fractal. Al menos deberías querer ser menos deshonesto. Deberías esforzarte al máximo.