El sistema de votación actual otorga muy poco peso a las familias. Los niños no cuentan. Es cierto que no tendrían una gran comprensión de lo que es bueno para la sociedad. Pero tampoco muchos adultos. No es eso en lo que basamos los derechos de voto. El lema es "una persona, un voto", sin embargo, los niños también son personas. Como está ahora, una familia contribuyente con cinco hijos tiene el mismo poder de voto que, digamos, un drogadicto desempleado y una persona que vive de ahorros de jubilación. Esto no tiene sentido. Las familias deberían tener un peso de voto igual al número total de personas en el hogar. Los padres emitirían los votos, que tendrían un mayor peso. Esto probablemente llevaría a políticas más amigables con los niños y las familias. Podría fomentar sociedades más dinámicas en lugar de la creciente gerontocracia, y también podría tener algún efecto sobre las alarmantemente bajas tasas de natalidad.

Los derechos de voto se han ampliado cada vez más con el tiempo. Pero nos detuvimos justo antes de incluir a uno de los grupos más importantes, el futuro de nuestra sociedad.