Seamos honestos, el trabajo moderno es una operación psicológica. Te dicen que "trabajes duro" y "ahorres dinero", pero la verdad es que trabajas para quedarte en el mismo lugar mientras tus ahorros se descomponen en tiempo real. Te despiertas con una alarma que no configuraste, conduces un coche que no posees, por carreteras que pagaste, para sentarte bajo luces fluorescentes en un cubículo que se siente como un grito de ayuda, todo para ganar papel que pierde valor cada vez que un banquero central se pone nervioso. Lo llaman "economía", pero en realidad es una rueda de hámster disfrazada de propósito. Te venden "equilibrio entre trabajo y vida" mientras tu jefe rastrea tus pausas en el baño en Teams. Prometen "crecimiento profesional", pero lo que realmente crece es tu cortisol. Y si alguna vez lo cuestionas, te golpean con la culpa: "Deberías estar agradecido de tener un trabajo." ¿Agradecido? ¿Por qué, por el privilegio de ser lentamente gravado en tiempo para financiar guerras, rescates y recompra de acciones corporativas que hacen que tus compras sean más caras? El sistema fiduciario se alimenta de tu agotamiento. Te mantiene demasiado cansado para cuestionarlo, demasiado ocupado para optar por no participar, y demasiado endeudado para dejar de participar. Tu sueldo no es libertad. Es sedación. No quieren que seas rico, quieren que seas complaciente. Justo lo suficiente para pagar el alquiler, Netflix y DoorDash, pero no lo suficiente para pensar. Mientras tanto, las personas en la cima no "trabajan". ...