Como la principal superpotencia del mundo, enfrentamos a actores estatales malignos que participan deliberadamente en actividades no económicas, o incluso contrarias a la economía. Por "económico", me refiero al comercio en el que los precios de venta realmente superan los costos de los bienes vendidos. Para detener a China de desmantelar verticales de fabricación enteras como el acero, el aluminio y los APIs farmacéuticos, debemos implementar precios mínimos estratégicos y acuerdos de compra en industrias esenciales para nuestra seguridad nacional. Las asociaciones público-privadas son la mejor manera de movilizar las mentes más brillantes y los innovadores más audaces de América. En otros sectores, como los semiconductores avanzados, debemos poner fin a la práctica autodestructiva de ayudar a nuestros adversarios a modernizar sus ejércitos con nuestra propia tecnología. El Departamento de Guerra de los Estados Unidos se está moviendo a toda velocidad para hacer de esta transformación una realidad. La antigua base industrial de defensa, de estilo soviético y planificada centralmente, está siendo transformada, y una nueva generación de innovadores—nuestros propios Alex Carps y Palmer Luckeys—está surgiendo. Es notable ser testigo de esto de primera mano. La innovación estadounidense 🇺🇸 sigue siendo insuperable, y cuando enfocamos nuestra voluntad colectiva en una misión crítica, entregamos resultados. China ha expuesto ahora el lado más oscuro de su búsqueda de dominio global: su disposición a mentir (incluso directamente a nuestro Presidente en el Jardín de Rosas de la Casa Blanca), engañar, robar, espiar, coaccionar y sobornar para avanzar. Pero una cosa es cierta: China no puede—y no ganará.