Cuando la tecnología añade a nuestras vidas, también resta. Por ejemplo, los profetas de Internet en los años 90 nos dijeron que la Web expandiría nuestra conciencia al conectarnos con millones de personas en todo el mundo. Sin embargo, esa conciencia fue robada de otras partes de nuestras vidas. Una persona antigua que presenciara a los modernos 'zombis del teléfono' chocando entre sí en la acera los vería como completamente desconectados de la conciencia. No somos dioses con una capacidad infinita para descansar nuestros sentidos simultáneamente en un número infinito de cosas. Así que, cuando algo nuevo reclama nuestra atención finita, algo más debe caer. En este caso, lo que cae es la conexión con nuestro entorno, con nuestros cuerpos, o con nuestra familia sentada a un metro de distancia en la mesa.