Para muchas personas, los problemas con los que lidian a diario no son asuntos prácticos, sino juegos de palabras. Los miembros del congreso tienen cenas con expertos y los traen a testificar para que puedan aprender las palabras y cómo interactúan, de modo que puedan participar en el juego de palabras. Si son mejores que los otros congresistas en el juego, sus palabras se convierten en ley. No tienen ninguna concepción de la realidad subyacente de la que las palabras obtienen su significado. Es totalmente innecesario y puede obstaculizarte en el calor del debate.