Descanse en paz, Jim Watson. Un recordatorio de que incluso aquellos que construyeron la empresa científica moderna ya no están protegidos por las instituciones que ayudaron a crear. Conocí a Jim Watson un par de veces a lo largo de los años, ya que se interesó en parte de la investigación que estaba realizando. En cada ocasión, fue educado, respetuoso y profundamente inquisitivo. Recuerdo una pequeña reunión en la que presenté mi trabajo: él asistió, hizo preguntas agudas y participó en una discusión científica genuina y reflexiva conmigo. En sus últimos años, fue prohibido de la misma institución que ayudó a construir. Su legado fue borrado, su carácter reducido a titulares que lo etiquetaban como racista y misógino, gran parte de ello basado en algunos comentarios al pasar y versiones revisionistas sobre el crédito por sus descubrimientos. Sus contribuciones científicas fueron de las más profundas del siglo XX. Borrar eso es borrar la base de la biología moderna misma.